domingo, 10 de enero de 2016

Madres vs No Madres

Durante los últimos meses en mi oficina se han sucedido, incluso solapado, 7 embarazos con sus 7 correspondientes partos.
Es algo relativamente normal si calculamos rápidamente de un simple vistazo, pues no hace falta ser estadista para concluirlo, la media de edad de las trabajadoras y su situación civil/amorosa. (Nótese que hablo en femenino porque en esta empresa somos mayoría.)
Actualmente ya no queda ninguna mujer en edad de verse llamada por su instinto maternal que no esté felizmente emparejada a la par que felizmente necesitada de 8 horas seguidas de sueño, utopía de todas ellas durante los primeros meses de vida (e incluso en ocasiones años) de su dulce y preciado churumbel.
Ninguna excepto yo, que no tengo pareja  ni perspectiva de tenerla, (no se confundan pues algún día si la tuve y por eso mismo hoy ya no la quiero) y eso del instinto me suena, por expresarlo de alguna manera coloquial y divertida, a cuento chino mandarino.
No obstante de todo lo anteriormente expuesto, queridos lectores, a día de hoy soy capaz de responder cualquier tipo de pregunta sobre calambres, antojos, varices, partos, llantos, cambios de pañal y cólicos. Supongo que mis conocimientos son los daños colaterales de la convivencia con todas ellas a la vez.
Pues bien, partiendo de la base de que entiendo su satisfacción y felicidad, que aunque no la comparto por supuesto respeto, he de decir a mis queridas madres neonatas, que tengo una serie de quejas y comentarios que aún no he manifestado por miedo a alterar su ánimo y que confundan mi hartura con algo aún peor, con envidia. 
Vayamos por partes en esta breve enumeración que resumiré para no aburrir, pues el tema puede ir si se quiere, para largo, como para 9 meses como mínimo:

1. ¿En qué momento de vuestras vidas llegásteis a la conclusión de que a los demás les importan, interesan y atraen los detalles más virulentos y terroríficos de vuestros accidentados partos? Hay información que no es necesaria compartir... No ahondaré en el tema por si hay lectores aprensivos, cosa que por probabilidad seguramente suceda, y guardaré en algún recóndito y escondido lugar de mi memoria vuestros sorprendentes relatos.

2. Hablar repetitivamente del fugaz crecimiento y veloz cambio, así como de los mágicos progresos del fruto de tu vientre en abandonar su torpeza hacia la consecución de sus primeros pasos es, simple y llanamente, aburrido. Hay más vida más allá de tu bebe. Y ser madre no debería significar perderla. Al igual que tu parto no me interesa, me da igual si ya come pollo o si está dentro de su percentil. Yo ni si quiera debería conocer el significado de esa palabra.

3. Lo último y más importante, como buena guinda sobre cualquier pastel: Dejad de preguntar, con ese tono a veces cantarín, a veces recriminatorio, a todas las mujeres sin hijos (y empezad por mí, por favor) cuándo planean dar el paso y por qué motivo no sé animan. Para vosotras habrá sido lo mejor de vuestra vida pero no todas las mujeres quieren, pueden o necesitan ser madres. Aceptadlo, por favor, como otra opción más, porque a veces parece que deciros que no pensamos en tener hijos nos convierte en malas mujeres o incluso peor, en alguna suerte de criatura mitológica sin corazón que se alimenta de comer bebés.

Y ahora, casi conclusa mi intervención, quiero dejar patente de nuevo con estas últimas palabras que me alegro profunda y sinceramente por vuestra felicidad. Así que os pido con sumo respeto, por favor, que os alegréis de la mía como mujer sin hijos ni ganas de tenerlos.